8/08/2005

El Convento de la Concepción de Granada

Cielo y tierra Esta fotografía tiene el encanto de un cielo azul salpicado de nubes blancas. El encuadre entre trazas verticales y el mismo espacio de cielo que de tierra, me ha sugerido el título, que parece oportuno al trtarse de un convento femenino de clausura. Ese día pude visitar una exposición dedicada a la Inmaculada, que me animó a escribir el texto que sigue. Una exposición de la Inmaculada Como es sabido celebramos este año el 150 aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Con ese motivo se han impulsado en toda España numerosas exposiciones que pretenden dar a conocer la historia del Dogma y acercar a los fieles a la figura de la Madre de Dios. Acabo de regresar de una visita a la muestra del Convento de la Concepción de Granada. Estoy sorprendido de la riqueza escondida en ese rincón de la ribera del Darro. Pintura y talla de primeros artistas, como Bocanegra o Sánchez Cotán, o el mismísimo Alonso Cano. Belleza que invita a la contemplación. Y junto a lo grande, pequeños detalles de artesanía en barro, confeccionados por las monjas con intención catequética: los sacramentos o las escenas de la vida de la Virgen, son presentados como ingenuos belenes. El marco lo forman las principales salas, que poseen unos artesonados que justificarían, por si solos, la visita. El Convento, fundado en los primeros años del S. XVI, fue un defensor del Dogma de la Inmaculada, desde tres siglos antes de la pronunciación de la Iglesia. Al profesar se les entregaba a las monjas una medalla con la imagen de la Inmaculada, que pueden aún verse en las vitrinas. Ciertamente este aniversario merece las exposiciones que se celebran estos meses, pero, sin duda, Granada, por su especial compromiso en la defensa de esta prerrogativa mariana, la necesitaba. Les invito a visitarla: el fruto será un mejor entendimiento de por qué se levanta en Granada el primer templo a la Inmaculada o de cómo surge el monumento del Triunfo, o la implicación del Sacromonte, o el juramento de sangre de los estudiantes de nuestra Universidad. Es de justicia destacar el entusiasmo de la guía que, a lo largo de más de una hora, con una didáctica magistral, nos fue adentrando en las tradiciones cristianas de nuestra tierra. Siento ahora la pena de dejar en el anonimato a esta profesional que dejó muy alto el pabellón.